Martín Vásquez Villanueva
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a los determinantes sociales de la salud como “las circunstancias en que las personas nacen, crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana.” Es decir, que más allá del determinismo genético del cuerpo humano, su parte estrictamente biológica, hay que considerar todo aquello que lo rodea en su devenir biográfico como un condicionante esencial de su estado de salud, entendida ésta, según la OMS en su carta constitutiva, como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad.
Si ya desde tiempos hipocráticos se comprendía que la alimentación y el clima influían decisivamente en la salud de las personas, actualmente los determinantes sociales de la salud se agrupan en dos grandes categorías. En primer lugar, los determinantes estructurales, que tienen que ver con aquellos atributos que generaran una estratificación de la comunidad y determinan la posición socio-económica de los individuos, como son la etnicidad, el acceso a la educación y las oportunidades de trabajo. En segundo lugar, los determinantes llamados intermedios y personales, que incluyen diferentes rubros: los aspectos materiales de la vida, como la calidad de la vivienda y del vecindario, los medios financieros, el entorno laboral; los factores medioambientales, como la disponibilidad de agua potable, la calidad del aire, el control del ruido; las circunstancias psicosociales, como el estrés, la estabilidad de las relaciones interpersonales, la presencia de redes de apoyo; los factores conductuales, como los hábitos alimenticios, la actividad física y el consumo de alcohol, tabaco o drogas; la cohesión social, que tiene que ver con la confianza mutua y las manifestaciones de violencia; y por último, aunque no menos importante, el acceso a los servicios de salud.
Es evidente que las grandes desigualdades que atraviesan como una herida nuestra sociedad acarrean, a través de estos determinantes, grandes inequidades en la salud de los distintos grupos poblacionales. Basta hacer un pequeño viaje urbano para comprobarlo. De entre los cientos de colonias que conforman la zona metropolitana del Valle de Oaxaca, elija el lector alguna de las más desfavorecidas. Tome el transporte público y diríjase hacia el centro de la ciudad, primero, y luego hacia una de las colonias más prósperas, e imagine que en su teléfono celular puede ir comprobando los indicadores de salud correspondientes a cada calle y a cada cuadra. Verá, por ejemplo, cómo la esperanza de vida al nacer va creciendo a medida que se aleja del barrio más pobre y alcanza su máximo cuando se interna en el desarrollo urbano con los mejores servicios. A la inversa ocurrirá con la mortalidad materno infantil, que será cada vez menor, y lo mismo con la prevalencia de diabetes, cirrosis hepática o infecciones intestinales.
Para decirlo de otro modo, la pobreza es uno de los grandes determinantes sociales de la salud, al repercutir directamente sobre el acceso a una vivienda digna, a los servicios de agua y limpia, a la educación, al transporte y a otros factores vitales para el bienestar general. “De hecho —dice la Organización Panamericana de la Salud—, la pobreza es posiblemente el determinante individual más importante de la salud.”
Tras los dos años agobiantes de la pandemia de covid-19 —durante la cual, por cierto, quienes más han padecido y quienes más han muerto han sido precisamente los más desfavorecidos—, lo que viene hacia delante es abordar con decisión y seriedad la inequidad en todos estos determinantes. Ahí comienza la verdadera gobernanza en salud. Como dicen Rolando Cordera y Ciro Murayama en la introducción al importante libro que coordinaron sobre la materia (Los determinantes sociales de la salud en México, FCE/UNAM, 2012): “Además de poner el énfasis en los buenos o malos hábitos de los individuos en materia de salud o incluso en el muy importante asunto del acceso a los servicios, es clave atender y modificar el contexto social de las personas para mejorar su salud.” Algo crucial, porque si es cierto que tal vez la salud no sea lo más importante en la vida, lo que está claro es que sin salud no hay nada.
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