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Redacción

Día Internacional de la Beneficencia - Martín Vásquez Villalnueva @martinvasquezv


Martín Vásquez Villanueva


El día de hoy, por acuerdo de la Asamblea General de las Naciones Unidas “en reconocimiento del papel de la caridad a la hora de mitigar el sufrimiento humano”, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Beneficencia, referida tanto a la acción y efecto de hacer el bien a los demás como al conjunto de instituciones y servicios de ayuda a los necesitados. “La beneficencia —se lee en la página oficial de la ONU— puede contribuir a la promoción del diálogo, la solidaridad y la comprensión mutua entre las personas. También puede aliviar los peores efectos de las crisis humanitarias, complementar los servicios públicos de atención de la salud, la educación, la vivienda y la protección de la infancia. […] También ayuda a concientizar sobre los derechos de los marginados y desfavorecidos, y permite guardar nuestra humanidad en situaciones de conflicto.”


La fecha escogida honra a una de las figuras más emblemáticas de la beneficencia a nivel global, la Madre Teresa de Calcuta, que falleció, a los 87 años de edad, el 5 de septiembre de 1997. De ascendencia albanesa y nacida en la antigua Yugoslavia bajo el nombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu, la Madre Teresa fundó en 1950 la orden católica de las Misioneras de la Caridad en la ciudad de Calcuta, para prestar ayuda a los pobres, los huérfanos, los discapacitados, los enfermos y los moribundos. Lo que comenzó como una pequeña comunidad de 12 hermanas, creció hasta incluir a más de 4,500 hermanas que trabajan actualmente en todo el mundo bajo el voto de “servicio libre y de todo corazón a los más pobres de entre los pobres”. La Madre Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979 y fue canonizada por el papa Francisco en 2015.


En México, la beneficencia tiene ya una larga y rica historia desde que en 1861 el Presidente Benito Juárez creó por decreto la Beneficencia Pública con la finalidad de generar y canalizar recursos para la atención de la salud de las personas más desfavorecidas. Con diferentes nombres —beneficencia, asistencia social, altruismo, filantropía—, desde entonces se han creado diversas leyes y numerosas instituciones públicas y privadas para enfrentar los dolorosos rezagos y la desigualdad que mantienen a tantos conciudadanos en condiciones de marginación y pobreza extrema.


Son numerosas las fundaciones altruistas que han dejado su huella en Oaxaca. Pienso, por nombrar solamente algunas, en la Fundación Gonzalo Río Arronte, enfocada en temas de adicciones, salud y medio ambiente, específicamente el problema del agua; la Casa Hogar “Los Tamayo”, que da cobijo a nuestras abuelitas y abuelitos oaxaqueños; el Grupo Reto, Recuperación Total, que preside la aliada de las mujeres oaxaqueñas, la apreciable Mina Fernández Pichardo, y que tiene como fin acompañar y apoyar en su convalescencia a las personas con cáncer; la Congregación Mariana Trinitaria, fundada hace un cuarto de siglo por la enfermera y doctora honoris causa Catalina Mendoza Arredondo, que en paz descanse, para brindar salud a las personas e impulsar de manera autogestiva su desarrollo social y humano. En fin, son en verdad muchas y muy diversas las instituciones altruistas que influyen positivamente en la vida oaxaqueña.


Pero, más allá de estas organizaciones y del increíble trabajo que realizan, lo que también me viene a la mente con este tema no es una institución ni una fundación sino un fenómeno social: el de nuestros migrantes. No se trata de un programa altruista, desde luego, ni tiene que ver con la filantropía o con el concepto de asistencia social, pero sí es algo que incide de lleno en el corazón de lo que significa la beneficencia, que es hacer el bien a los demás. La gran comunidad de migrantes oaxaqueños, sobre todo en Estados Unidos, mantiene lazos profundos con su tierra de origen, lo que se manifiesta en las cuantiosas remesas que permanentemente envían a sus familias y que también se canalizan a realizar mejoras en la atención de la salud, la educación y la infraestructura de sus comunidades. Es una forma sutil y solidaria de beneficencia que, aunque no suele considerarse como tal, sin duda representa un gran motor de cambio y transformación, y es un importante factor de lucha contra la pobreza.


Este Día Internacional de la Beneficencia es una oportunidad inmejorable para reflexionar a fondo sobre los diversos mecanismos que tenemos como sociedad para tender la mano a quienes nosotros mismos, también como sociedad, hemos ido dejando atrás en el camino del desarrollo. Pensar en la frágil y a la vez poderosa figura de la Madre Teresa de Calcuta tal vez nos permita ser más sensibles hacia las aflicciones de los menos favorecidos entre nosotros y, en consecuencia, también ser más solidarios con sus afanes y sus necesidades.

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