Luis Germán Aguirre González
Es posible encontrar en la naturaleza dos elementos que pese a ser antagónicos el uno con el otro, son indispensables para su existencia: las cargas positivas y negativas de un imán o las relaciones simbióticas en seres vivos, y por supuesto, el PRI y Morena.
En su momento, el PRI tuvo un poder casi total alrededor del país, tanto a nivel local como federal; los defensores de la democracia se percataron de ello demasiado tarde, y fue cuando comenzaron a crearse otros partidos de diferentes tintes, algunos azules, otros amarillos, unos rojo con amarillo, ¿Otros rosa, y rojo con blanco? En fin, se crearon partidos políticos aunque bajo las cortinas, era el PRI el que controlaba toda la maquinaria del sistema: se volvió evidente cuando se dio la transición de Fox y Calderón, dado que hubo una negociación de por medio para ceder el poder y hacer dudar a los críticos respecto al despotismo de un solo color.
Los papeles se han invertido, y desde las jornadas donde se decidió al presidente de la república, el PRI, PAN y PRD perdieron la fuerza que antaño los había respaldado y justificado en sus excesivas nóminas, Morena estaría ocupando ahora el papel de partido hegemónico. Por supuesto, las sospechas se tornaron ciertas cuando se unieron los 3 partidos políticos en una alianza para las siguientes jornadas electorales: nunca hubo una verdadera competencia política, era una simulación, pues, ¿Cómo un partido de izquierda, como era el PRD, podía unirse a un partido de extrema derecha, como es el PAN? Esta alianza resultó un dardo envenenado provocando la dimisión de varios militantes y la pérdida de la credibilidad de estos partidos: Morena ahora aseguraba definitivamente su residencia en los palacios locales, municipales, y por supuesto, en el federal.
La reconstrucción era y es evidente. El PAN no la ha pasado bien y sigue perdiendo cargos de manera irrecuperable; el PRD se replantea unirse a su… ¿Hijo? ¿Pariente? El PT; y finalmente, y casi por sorpresa, el PRI se encamina por una ruta diferente. Sabiendo los nombres que rodean a la institución priista, no ha dudado ni un solo instante, y ha colocado sus piezas en las entidades en las que mantuvo un poder casi permanente: Oaxaca es una de ellas.
La discordia entre las filas morenistas junto con la inminente polarización Harp-Jara (cuya resolución ahora queda en las sillas del TEPJF), la inesperada fuerza política juvenil priista y la expectativa del éxito en la campaña presidencial de Murat hijo, hacen que el PRI se vea alimentado de más esperanzas que resultados: está pisando campo minado, y no lo saben, pronto la realidad les explotará en la cara.
Con el tablero a su favor, los nombres de pesos pesados en sus filas, pareciera que la siguiente movida del PRI es sencilla: deben colocar a un precandidato con fuerza política suficiente. Se especulaba que Ivette Murat fuera la elegida, e incluso en la sociedad oaxaqueña se rumoreaba que la contienda iba a ser reñida entre Susana e Ivette, pero la paridad de género fue olvidada y en su lugar, Avilés y Jara son los que se esperan contender en las siguientes elecciones.
¿Buena o mala jugada? Ni una ni otra, la designación de Avilés ha sido un movimiento necesario por parte del partido institucional; los nombres no les favorecían en absoluto, la sociedad oaxaqueña no está familiarizada con ellos, aunque ocupen escaños importantes en recintos locales y federales, sencillamente no serían rival para Harp o Jara, aún cuando Murat les brinde su apoyo.
Las minas están distribuidas a lo largo del campo, tarde o temprano tenían que caminar, y pareciera que el PRI solo está esperando cómo la sociedad tomará la noticia: debemos ser honestos, la imagen y las acciones que han precedido a Avilés en los diferentes puestos que ha ocupado no le favorece en absoluto, sin embargo, no está solo.
Pese a la discordia existente en las filas morenistas, los números entre el bando de Jara o Harp son más que suficientes para superar a los electores del PRI, PAN o PRD, sin embargo, sin una clara falta de orden, sin la suficiente visión política y cometiendo negligencias mortales, Morena puede revivir el fracaso que tuvo en Nuevo León, perdiendo no solamente el apoyo de la familia Harp, sino también una entidad entera. El PRI y Avilés no están exentos de lo mismo, una pésima organización dentro de sus campañas, y los resultados pueden ser peores de lo que se esperan.
Jara y Avilés, si los comparamos, son la misma persona y el mismo modelo de funcionar político; la percepción de cada uno solo cambia por los colores que visten.
¿Morena o PRI? A Oaxaca le toca decidir en las siguientes elecciones, y la respuesta todavía está lejos de vislumbrarse.
Comments