Redacción: Fernando Salinas
Foto: Geralt
En esta sección acostumbramos a hablar de temas que tienen tiempo en el ojo de la opinión pública, para poder aportar algo nuevo.
Hace un mes o dos estalló el boom de las Inteligencias Artificiales, que no es otra cosa que la evolución de los algoritmos informáticos que vienen existiendo desde la invención de los ordenadores. Durante la década del 2010 las redes sociales comenzaron a desarrollar algoritmos cada vez más específicos, de esta manera pueden ofrecer anuncios personalizados, recomendaciones que se adapten a nuestros gustos para consumir en mayores cantidades cualquier producto o servicio y utilizar las redes sociales, lo que se traduce en mayores ganancias.
Pero, las Inteligencias Artificiales capaces de crear textos académicos dan pie a una pregunta ética: ¿Hasta qué punto es correcto el uso de las mismas?
En el ámbito escolar, los textos generados por estas IA son tan bien elaborados que difícilmente un profesor puede reconocer al autor.
"Pero, la perfección del texto es una forma fácil de detectarlo, Fernando "
Si y no, pues cambiando unas cuantas palabras a un estilo propio del autor, difícilmente se puede conocer esto. Cómo recomendación, se han creado otros programas como Chat GPT Zero que pueden decirnos si un texto es producto de una IA. Sin embargo, su eficacia es cuestionable dado que no pueden -por ahora- dar una respuesta exacta del origen del texto. “Posiblemente” “Seguramente” son palabras que utiliza para sustentar su análisis.
Si las IA continúan evolucionando hasta un punto donde mejoren su capacidad de escritura o peor aún, se adapten al estilo del escritor, ¿cómo sabremos si un escrito es de autoría propia?
En el ámbito de las redes sociales el tema da más que pensar. Cómo mencioné al inicio, si los algoritmos se han perfeccionado para mostrarnos lo que más nos gusta, y químicamente hablando, genera dopamina que incita a seguir viendo contenido por horas, ¿no estaremos sesgando nuestra visión analítica?
Cómo mencioné en la anterior columna "ante las fake news y los medios", apelamos a esta desinformación, a la posverdad, es decir, una posición donde los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones que provoquen sentimientos colectivos. Es decir, perdemos capacidad de análisis, crítica hacia nosotros y los demás. En este tipo de pensamiento no importa si un hecho es falso, simplemente buscaremos aquella información que nos guste, que nos parezca correcta de acuerdo a nuestra mentalidad configurada de esta manera.
Y tenemos cierta analogía -aunque no de forma tan exagerada- a 1984 de George Orwell, donde nadie se cuestionaba los discursos del Gran Hermano, pues este ente se encargaba de forjar la visión del mundo tal cual quería. Quizá Orwell estaba traumado con los horrores de la Segunda Guerra Mundial y por eso escribió de forma tan cruda su mundo, lo que quizá no se planteó es que las tecnologías lentamente comenzarían a rebasar las capacidades humanas, al punto que su presencia ya comienza a incomodar.
El dilema de los próximos años debería ser plantear regulaciones en el uso de estas tecnologías, siempre y cuando sean para el beneficio del crecimiento de las sociedades.
Si, quizá este concepto planteado es muy ambiguo y necesitamos especificar a qué me refiero, pero alguien que capte el mensaje de lo escrito aquí sabrá a qué me refiero.
Aún así, y a manera de despedida lo dejo aquí:
Necesitamos a una sociedad pensante, no a algo o alguien que piense por nosotros.
Cómo Socrates pensó en su tiempo: la ciencia y la sabiduría debe de buscarse primeramente en uno mismo, en la autoreflexión.
Joven en vías de convertirse en ciudadano participante en la sociedad, sé analítico con todos y contigo mismo. Siempre
¡Gracias por leer! Enviar comentarios y sugerencias a: metropolisoax@gmail.com
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