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Redacción

Obstáculos para la reproducción social de las familias campesinas en Cuilápam de Guerrero


#PlumasAteneístas Ángel Disraeli Cruz Gutiérrez


Cuilápam de Guerrero es uno de los 570 municipios del estado de Oaxaca, ubicado en la región de Valles Centrales a aproximadamente treinta minutos en vehículo de la capital. Se caracteriza por poseer una gran riqueza cultural y arquitectónica, así como una serie de fiestas y prácticas vinculadas a su legado histórico. Aunque la tradición oral es basta y los espacios físicos abundan, probablemente la Danza de la Pluma sea la manifestación identitaria por excelencia de la comunidad.


Según el H. Ayuntamiento Constitucional de Cuilápam de Guerrero (2017), la fundación del municipio se remonta al año 1282 con la formación de un asentamiento mixteco en las faldas del Cerro de Monte Albán, a raíz de la alianza matrimonial celebrada entre nobles zapotecos de Zaachila y mixtecos del señorío de Tilantongo y Teozacoalco. No obstante, el nombre actual del lugar responde a que, durante el periodo post independentista, el político y militar Vicente Guerrero fue encarcelado —y posteriormente fusilado— en el Exconvento dominico que se encuentra ahí.


En enero del presente año, como parte de un proceso de investigación social, un servidor tuvo la oportunidad de entrevistar a varios campesinos de profesión radicados en el barrio de San Lucas de este municipio. Es de mi interés exponer a continuación parte del producto de ese acercamiento, a manera de algunos puntos que resultan relevantes para comprender una problemática que desde hace años atenta contra esta clase social, no solo en Cuilápam, sino en todo el país.


El campesino, en un sentido estricto, es aquel individuo que cultiva el suelo y obtiene sus medios de subsistencia de la tierra que posee y trabaja por su cuenta (Calva, 1988). Ello implica que los trabajadores agrícolas que perciben un salario y los terratenientes que se dedican a la exportación a gran escala no pueden conceptualizarse propiamente como campesinos. Trabajar el campo no supone necesariamente una apropiación del término. El campesinado se define más bien en torno a la propiedad de la tierra, la modalidad del trabajo que adopta y la finalidad del proceso productivo que realiza.


La familia es la unidad básica de una economía campesina. De ella se deriva la división del trabajo, la capacidad productiva que se pueda alcanzar y las necesidades mínimas que se deben satisfacer (Chayánov, 1974). Aunque es cierto que se suele pagar a externos para ayudar en las temporadas fuertes de trabajo, la esencia del campesinado no depende de la relación patrón-asalariado. La fuerza de trabajo proviene fundamentalmente del interior familiar, sustentada en un reparto de las actividades que valora la capacidad de cada miembro según su edad y condición física. El destino final de su producción, además, suele estar encaminado al consumo propio, dejando la mercantilización en segundo grado.


Los campesinos de Cuilápam de Guerrero convergen en que el trabajo del campo es pesado y poco remunerado. El nivel de vida que se puede obtener (en términos materiales) es asimétrico comparado con las horas de trabajo y la capacidad técnica invertida. Como el gobierno no ofrece suficientes apoyos para los pequeños productores, muchos de ellos se ven obligados a obtener un segundo empleo que les permita sobrellevar los gastos del día a día. Aunado a ello, problemas como la escasez de agua y el cambio climático, que al reducir las lluvias modifica la viabilidad del cultivo temporal, suponen un enorme desafío.


Todo lo anterior ha generado que las nuevas generaciones provenientes de familias campesinas ya no quieran dedicarse al campo. Hijas e hijos por igual optan por migrar, dedicarse de lleno a otra actividad o estudiar en el mejor de los casos, haciendo que la reproducción social se vea fracturada.


Por reproducción social se entiende aquel proceso que permite que la vida social perdure a través del tiempo en sus distintas dimensiones. El concepto adquiere una importancia central en la descripción de las sociedades porque “analiza la dinámica de clases y las estrategias para perpetuar el orden social en relación con las familias que ponen en marcha prácticas para reproducirse socialmente” (Gutiérrez en Alvarado y Barojas, 2020, p. 51). La modificación de las condiciones que posibilitan la reproducción social implica un desbalance en la continuidad de las prácticas y los conocimientos propios de una comunidad, grupo, cultura o, como en este caso, clase social.


El hecho es claro y contundente: estamos perdiendo a nuestros campesinos. No se les puede reprochar nada. La exclusión sistemática que han sufrido, la infravalorización de su trabajo, el desdén con que se les ha tratado discursivamente, la desigualdad entre campo y ciudad y el abandono por parte del Estado son razones suficientes para considerar la desmotivación de las nuevas generaciones.


Que no se malentienda. El campesinado no está despareciendo porque quiera hacerlo, sino porque se ve obligado a hacerlo. Las familias campesinas valoran su actividad y todas las dinámicas sociales y simbólicas que supone. Sin embargo, la calidad de vida que obtienen llega a un punto de quiebre que los supera. Tal como señala Armando Bartra (2013): “los campesinos quisieran seguir siendo hombres y mujeres de la tierra, pero definitivamente no en las condiciones en que hasta ahora lo han sido”.


La situación amerita una reflexión profunda sobre el valor objetivo del trabajo que los campesinos realizan y debería ser un incentivo para evitar prácticas como el regateo o la compra a privados que generan su riqueza en base a la explotación de pequeños productores. Un tránsito hacia el comercio justo, el reconocimiento de la importancia del sector primario para el mantenimiento de la vida humana y la exigencia de acciones gubernamentales que mitiguen las relaciones de desigualdad entre lo rural y lo urbano son tareas que, aunque encaminadas, continúan pendientes a día de hoy.


Ángel Disraeli Cruz Gutiérrez, estudiante de la Licenciatura en Ciencias Sociales y Estudios Políticos por la UABJO.


Lista de referencias

Alvarado, A. y Barojas, I. (2020). Reproducción social de familias comerciantes en vía pública en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, en Estrategias locales en el marco de la globalización económica: Estudios en Oaxaca. UABJO.

Bartra, A. (2013). ¿Deveras los campesinos quieren seguir siendo campesinos?, La jornada del Campo.

Calva, J. (1988). Los campesinos y su devenir en las economías de mercado. Siglo XXI.

Chayánov, A. (1974). La organización de la unidad económica campesina. Ediciones Nueva Visión.

H. Ayuntamiento Constitucional Cuilápam de Guerrero. (2017). Plan de Desarrollo Municipal de Cuilápam de Guerrero 2017-2018 [Archivo PDF] http://stmmanager.com.mx/views/municipios/cuilapam/docs/1510201382-pmd-cuilapam-de-guerrero-2017-2018-version-final-comprimido.pdf

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